lunes, 8 de agosto de 2011

El sufrimiento humano y cómo puedo liberarme de el.


P- Quisiera comenzar la charla de hoy retomando las preguntas pasadas: ¿qué es lo que en realidad causa el sufrimiento humano y cómo es posible librarse de él?
R- Las respuestas a estas preguntas solo se pueden comprender si se conoce que existen dos principios básicos de la vida contra los cuales la mente se opone en su funcionamiento pues no puede captarlos ni concebirlos. Eso no quiere decir que la mente sea algo negativo. Solo me estoy refiriendo a que su esencia como instrumento de socialización interfiere con la vida si no sabemos utilizarla adecuadamente y violamos estos dos principios.
P- Me es difícil entender eso; ¿podría explicarlo más extensamente?
R- Tú no naciste con mente. De la misma forma cuando estás durmiendo profundamente sin soñar, o cuando te desmayas pregúntate: ¿dónde está la mente? En esos estados se podría decir que no tienes mente, sin embargo eres vida. Por lo tanto la mente es algo que viene y que se va constantemente. No puede reflejar a la vida. De ahí el primer principio de la vida el cual la mente no puede captar en toda su plenitud. Este principio es el principio de la impermanencia.
P- ¿Eso significa que nada es permanente, durable, en este mundo?
R- Exactamente. Este principio dice que todo lo que se mueve es impermanente. Es decir, todo lo que se mueve tiene un comienzo y un final, todo lo que se mueve tiene un comenzar y un acabar. Y en muchos casos no hace falta ningún entrenamiento especial para darse cuenta de esta verdad. Por ejemplo: yo sé que esta ropa que llevo puesta no puede ser permanente, que los equipos que poseo tampoco pueden durar para siempre. Nuestro cuerpo también es un ejemplo de impermanencia. Cuando era niño yo tuve un cuerpo de niño, el cual tuvo un comienzo y un final. Después adquirí un cuerpo de joven que también le pasó lo mismo. Ahora tengo un cuerpo de adulto que tuvo un comienzo y si la muerte no me sorprende antes, también tendrá un final. ¿Vas entendiendo?
Sin embargo hay sucesos y fenómenos ante los cuales si no utilizamos los instrumentos de la meditación no podemos percatarnos de este principio de discontinuidad de la vida. Te voy a poner cuatro ejemplos. Consideramos a nuestra respiración como algo continuo, permanente, desde que nacemos. Pero eso es una falacia. Nuestra respiración se basa en dos ritmos: inspiración y espiración. Si te das cuenta comienzas a inspirar o a tomar el aire y hay un momento en que no puedes seguir inspirando. Después viene una pausa, un silencio y seguido a esto viene la espiración, es decir el soltar el aire. Y esta espiración tambien tiene un comienzo y un final. No puedes estar espirando indefinidamente, ¿no es cierto? Y después de la espiración: ¿qué viene?
P- ¿Será una pausa, un silencio, no?
R- Muy bien. Ahora analicemos el trabajo del corazón. Según los entendidos en la materia este tiene dos movimientos: sístoles y diástoles. ¿Y qué crees que hay entre las sístoles y las diástoles?
P- Desde luego que pausas. ¿Entonces eso quiere decir que ...?
R- Sí, eso mismo que estás pensando. El corazón es el músculo que más descansa en el organismo, a pesar de que no parece así. Y eso es gracias a este principio de la vida. Toma este otro ejemplo. Cuando te hablo mi discurso te parece permanente, fluido. Pero eso no es cierto. Mi discurso es impermanente. Cada palabra que pronuncio tiene un comienzo y un final y entre las palabras hay espacios, hay silencios. De tal manera que si no te concentras en las palabras y sí en los espacios te darás cuenta que mi discurso es más silencioso de lo que parece.
Y ahora, el último ejemplo. Se dice que una mente medianamente normal produce de 50 000 a 60 000 pensamientos diarios. Pero ya podrás percatarte que cada pensamiento que viene a la mente tiene un comienzo y un final. Y entre esos pensamientos hay silencios, pausas, intervalos. Luego, la mente es más silenciosa de lo que nos parece. Lo que sucede es que como siempre estamos montados encima de los pensamientos no podemos disfrutar de los espacios mentales y del mutismo mental donde está la verdadera quietud.
P- ¿Y existen ejercicios especiales para poder sentir esa impermanencia?
R- Desde luego. Pero antes de explicar el segundo principio de la vida contra el cual la mente se opone y terminar de responder a la pregunta de por qué sufrimos y que será tema de nuestra próxima charla, te regalaré un ejercicio que te servirá no solo para percatarte de la impermanencia de la vida, sino que también te permitirá comenzar a vivir al ritmo de la respiración, aliviarte el estrés y poder dormir como hace tiempo no lo hacías.
Pero primero debes entender que la respiración es vida. La inspiración y espiración son las puertas de la existencia. Cuando se nace lo primero que se hace es una inspiración y cuando se muere lo último que se hace es una espiración. Vida y muerte están unidas a la respiración. Cuando la respiración es perfecta todo lo demás se ordena. Por eso, si no respiras plenamente, no puedes vivir plenamente. Damos por sentado el hecho de que sabemos respirar pero no es así. Si estás estresado o estás sufriendo es porque básicamente estás reteniendo; estás estancado. Y todo comienza con la retención de la respiración. Fíjate que cuando temes o estás inquieto retienes la respiración y observa que cuando estás profundamente enamorado de alguien tu respiración es totalmente diferente.
Y ahora vamos al ejercicio. Prueba a hacer el ejercicio ahora mismo mientras me lees. No importa la posición en la que estés, solamente cierra los ojos y observa desde dónde y hasta dónde se extiende tu inspiración y desde dónde y hasta dónde se extiende tu espiración. Observa los espacios que hay entre la inspiración y la espiración y entre la espiración y la inspiración. No cambies tu respiración, no importa que sea lenta o rápida, que sea profunda o superficial, solo observa como se alternan uno y otro ciclo. Si algún pensamiento llegara a interrumpirte, no te preocupes, sin alterarte o molestarte, vuelve otra vez a atender al ritmo de tu respiración. Toda tu atención ponla en observar a la discontinuidad del ritmo respiratorio como si eso fuera lo único que existiera en el mundo. Continúa observándola y suéltate cada vez más, .... mucho más suelto. Eso es. Que la paz sea contigo y que la pases bien.




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