lunes, 8 de agosto de 2011

El silencio


P- Antes de comenzar la charla de hoy debo reconocer que al principio me sentí un poco escéptico e hice resistencia a la vía rápida que me enseñaste de cómo utilizar la mente en la meditación, pero debo confesarte que sí, que en realidad da resultado.

He probado durante toda esta semana de manera sistemática y siento como todo me resulta más nítido y más sosegado cada vez que quiero inquietarme y simplemente digo: “esto no es verdadero”. Me doy cuenta que cuando hago ese ejercicio o ese mantra de “esto no es verdadero”, no solo la mente se queda en blanco, sino que un gran silencio se produce. Y se produce instantáneamente. No es como los otros ejercicios que me enseñaste. Comprendo el por qué se le llama la vía rápida.

R-Sí, meditadores como Ranjit, Nisargadatta, le llaman a esta vía la vía del pájaro, a diferencia de la otra que se le llama la vía de la hormiga. Pero ten presente que todo es un problema de elección. En la meditación no puede haber nada impuesto. Las imposiciones solo pertenecen al mundo de la mente, al mundo social.

Cuando exprimes una naranja lo que sacas es jugo de naranja pues esa es su esencia. Debes saber que la sociedad siempre te va a exprimir. Vivimos en sociedad. Pertenecemos a una familia, a un vecindario, a un grupo laboral o estudiantil, a un grupo de amigos. Y esos grupos irremediablemente nos van a presionar, nos van a exigir. Ese es un hecho que no puedes cambiar. Lo importante es lo que se saca de ti pues lo que se saca es tu esencia y tu esencia debe ser silencio. Pero nunca experimentamos el silencio. Por eso te voy a hablar del último conducto a través del cual puedes meditar y llegar a tu verdadera naturaleza: el silencio.El silencio es nuestro estado natural. Todo lo que escuchas tiene como fondo al silencio.

A un amigo mío le gusta ilustrar este punto de la siguiente manera: Imagínate un teatro con asientos de color rojo. Si te paras en el escenario y miras hacia los asientos con el teatro vacío, seguramente verás una gran mancha roja. Pero si en el teatro empieza la función, poco a poco al ir acomodándose el público en los asientos la visión de la mancha roja irá desapareciendo y en su lugar podrás observar una gama increíble de colores. ¿Eso quiere decir que el color rojo desapareció?

P-En lo absoluto.

R-Así mismo pasa con el silencio. El fondo donde se desarrollan todos los sonidos, incluyendo el de la mente es precisamente el silencio. Por eso la concentración es innecesaria para llegar a él. En tanto estemos envueltos en la percepción, y en nuestros pensamientos, viviremos en el tiempo, es decir, viviremos sólo en el plano horizontal. Pero el silencio es intemporal. Es en el centro donde tiempo y eternidad se encuentran, allí donde se cruzan la horizontal y la vertical.

Ya hemos analizado que, habitualmente, debido a nuestra relación de implicación con los objetos, no percibimos las cosas como son, sino que vemos solamente las proyecciones del ego. A menos que permitamos el florecimiento de nuestras percepciones en el silencio no egoísta, no podremos realmente conocer la realidad. ¿Ves una flor? Déjala que llegue a ti en su plenitud, sin superponerle tus esquemas mentales. La observación verdadera es multidimensional.

No estamos hablando aquí de la observación con los ojos. Estamos hablando de la observación cuando ves, escuchas, saboreas, hueles, sientes, con todo tu ser, globalmente. La verdadera observación es receptividad vigilante, conciencia absoluta, pasividad activa. Te conviertes en un tipo de esponja que todo lo absorbe. Cuando ocurre esta observación a través de la meditación has llegado a la meta, has experimentado el verdadero silencio.

P-Sigo sin entender qué es el silencio. Yo lo concibo como ausencia de sonidos. ¿No es eso?

R-A la mayoría de las personas le disgusta el silencio porque la mayoría de ellas intenta estar en silencio. Y eso es imposible. Creen que el silencio es ausencia de sonidos y se esconden en lo que supuestamente es el silencio. Sin embargo el silencio es nuestra naturaleza original.

¿Recuerdas el principio de la impermanencia, del surgir y el terminar de todo lo que existe? El alimento de este principio, su fuente nutritiva es precisamente el silencio.

Por tanto, silencio no es tampoco ausencia de pensamiento. Los ejercicios que te he propuesto durante todas estas charlas tienen la intención de utilizar los conductos del cuerpo, la mente y el presente para provocar esa sensación de detención de los pensamientos. Y es verdad que ocurre cierta experiencia con el silencio. Pero eso todavía no es silencio.

La supresión de los pensamientos te sitúa en el umbral para que puedas experimentar el silencio verdadero. Al realizar los ejercicios de meditación el acento está puesto ahora en la conciencia misma, eres consciente, primero, de los pensamientos, de las emociones o del cuerpo. Puedes observar que no estás realmente en contacto con nada de ellos. Hasta ahí todo va bien.

Lo que no te había dicho hasta ahora es que con esas prácticas sistemáticas estarás creando momentos o intervalos libres de interferencias mentales, toda la energía previamente localizada en las sensaciones corporales o mentales retorna a su origen, se desvanece en la conciencia y sólo queda el silencio.

Pongamos por ejemplo el proceso de comunicación. Si cuando estás comunicándote verbalmente con alguien pones el énfasis en las palabras, en la sintaxis, pierdes el verdadero sabor de la comunicación. Por eso lo más importante es aprender a escuchar. Si escuchas sólo las palabras, permaneces en el campo de lo mental. Cuando dejas de poner el acento sobre lo que se dice, cuando dejas de buscar algún resultado, la escucha es silencio. Es omniabarcante. Cuando dejas de enfatizar las palabras, lo que oyes incide sobre tu naturaleza real y eso es silencio.

Posiblemente como ningún otro aspecto de estas charlas este te sea particularmente difícil de comprender. Y eso es cierto. Pero eso se debe a la misma naturaleza inexplicable del silencio.

P-Y: ¿por qué si es tan inexplicable, se trata de explicar?

R-Esa es una de las preguntas para las cuales no tengo respuesta. Puede ser porque precisamente ahí radica todo el secreto de la meditación.

Volvamos a retomar el tema de la escucha. Cuando en meditación se habla de escuchar no quiere decir escuchar con los oídos, de la misma forma que cuando se habla de ver no quiere decir ver con los ojos. En nuestra existencia la escucha no tiene tal restricción. Es natural que oigas con los oídos, pero la verdadera escucha es con todo el ser. Y uno debe acostumbrarse a escuchar de esa manera.

Es como cuando entras en una habitación y solo ves una parte de la cama. Piensas que has visto la cama entera, pero realmente estás viendo una parte de ella y completas el resto con tu mente. Así mismo pasa con la escucha. No debe haber fijación en la escucha, sólo totalidad. Nada debe estar fuera de la escucha. Es cierto que es difícil lograr esto por eso te voy a brindar unos ejercicios que te ayudarán a experimentar al silencio.

Ejercicio 1: Emplea tus sentidos plenamente. Lo único que tienes que hacer es escuchar, nada más que eso. Cuando solamente te quedas a escuchar el canto de los pájaros, el sonido del viento cuando pasa por entre los árboles, o alguna música…o el ruido del tráfico que llega de la calle…-cuando lo único que haces es escuchar, sin hacer otra cosa, descienden un gran silencio, y llueve una paz inmensa sobre ti.

Por eso este ejercicio consiste por así decirlo en bañarse en el centro del sonido. Estés donde estés, si practicas esta técnica, solamente cierra los ojos y siente todo el universo lleno de sonidos…siente como si cada sonido se estuviese moviendo hacia ti y tú eres el centro…incluso esta sensación, de que eres el centro, te va a dar una paz muy profunda…todo el universo se vuelve la circunferencia y tú eres el centro y todo se mueve hacia ti, todo cae hacia ti.

Una variante de este ejercicio puede ser la siguiente:

Ejercicio 2: Ve a un lugar público. No hay mejor lugar que este para hacer los ejercicios de meditación con el silencio. Estos lugares están llenos de sonidos, de sonidos locos.

Cuando estés en un lugar como ese no empieces a pensar en los sonidos -que éste es bueno y éste es malo, o que éste es molesto y éste otro es lindo y armonioso. Tú no estás para pensar en los sonidos, solamente estás para pensar en el centro. No estás para pensar en todos los sonidos que llegan hasta ti-sean buenos, malos o bellos- solamente tienes que acordarte que eres el centro y que todos los sonidos se mueven hacia ti-todos los sonidos, de la clase que sean.

Ahora, con estos ejercicios descubres que adentro tuyo hay un centro, ese centro sobre el cual hablábamos en charlas anteriores. Descubres que los oídos no son los centros, que puedes oír desde algún otro lugar más profundo. Los oídos simplemente seleccionan y envían sonidos.

P-¿Por qué este énfasis en sentir que estoy en el centro?

R-Porque en el centro no hay sonido…el centro está sin sonido, por eso mismo puedes escuchar los sonidos, sino no los podrías oír…Un sonido no puede escuchar a otro sonido…Justamente porque tu centro está silencioso puedes escuchar sonidos. El centro es silencio absoluto, por eso puedes oír cómo los sonidos van entrando en ti, van penetrándote, van rodeándote. Si puedes sentir un centro donde se oye cada sonido, se da una repentina transferencia de conciencia. En un momento vas a escuchar todos los sonidos del mundo, y al momento siguiente de repente, tu conciencia se vuelve hacia adentro y vas a escuchar la insonoridad, el centro de la vida. Una vez que lo haya escuchado, ya ningún sonido puede perturbarte. Llega hasta ti, pero nunca te alcanza, llega hasta ti, siempre viene hacia ti, pero nunca te alcanza…hay un punto en el que no entra ningún sonido: ese punto eres tú.

P-¿Dónde exactamente debe llegar el sonido en mi interior?

R-Bueno, el sonido golpea siempre en el vientre, en el ombligo, nunca en la cabeza; si golpea en la cabeza, puedes estar bien seguro que no son sonidos sino palabras, y eso ocurre porque estás pensando en el sonido. Cuando pasa esto, se pierde la pureza. Te voy a brindar un ejercicio para que puedas experimentar esto que te he dicho.

Ejercicio 3: Cierra los ojos y tápate los oídos con tus dedos. Notarás una ausencia de sonidos y esto te obligará a caer de vuelta adentro de ti mismo. La esencia de este ejercicio es volverse un sordomudo -aunque sea por unos momentos, y experimentarás que no vas a poder ir a ningún otro lado, excepto adentro de ti, y así, de pronto, vas a encontrarte ubicado en tu interioridad, donde no hay movimiento. Escucharás un nuevo sonido: este sonido es la ausencia de sonidos. Se da como si fuera una brecha, como si hubieras perdido algo y lo que escuchas es esta ausencia.

P-Creo que experimenté ese silencio con el ejercicio de quedarme en los espacios que hay entre los pensamientos

R-Efectivamente. Experimentar el silencio es también tomar conciencia de los intervalos. Los intervalos están en todas partes, pero estás tan poco alerta que nun­ca los percibes. Entre dos palabras siempre hay un intervalo, por más im­perceptible o pequeño que sea. Si no fuera así, las dos palabras no podrían seguir siendo dos: se transformarían en una sola. Entre dos notas musica­les, siempre hay un intervalo, un si­lencio. Dos palabras o dos notas no podrían ser dos si entre ellas no exis­tiera un intervalo. Siempre hay allí un silencio, pero uno debe estar realmen­te consiente y atento para percibirlo.

Cuanto más consciente se esté de los intervalos, más lenta se vuelve la mente. Siempre es proporcional: a menor grado de con­ciencia, tanto más rápido trabaja la mente; y, a mayor grado de concien­cia, tanto más lento será el funciona­miento de la mente. Cuando se está más pendiente de la mente, más lenta se vuelve, mientras que aumentan los in­tervalos que separan a dos pensa­mientos. Entonces, uno puede notarlos y acude el silencio.

Una conciencia que sólo se con­centra en las palabras o en los pensamientos no es meditati­va, mientras que una conciencia que se concentra únicamente en los inter­valos lo es. Se puede percibir la diferencia entre dos palabras, entre dos pensamientos, pero no se puede registrar la diferencia entre dos intervalos. La meditación implica concentrarse en el intervalo y aparece solo uno: el silencio.

Te voy a contar una anécdota. Había una vez un discípulo bastante indolente que se quejaba de que nunca había podido experimentar el silencio que con tanta insistencia recomendaba el Maestro. El Maestro dijo: el silencio únicamente le es dado a las personas activas.

P-Eso sí que no le entiendo.

R-Es fácil. Experimentar el silencio solo puede ser en la actividad porque precisamente el silencio es el trasfondo de la actividad. Silencio por silencio no existe. Por eso en las culturas y religiones donde se enclaustran a las personas en un supuesto silencio para lograr la quietud de espíritu difícilmente se logran estos objetivos porque no llegan a comprender que el silencio no es ausencia de sonidos sino es ausencia de ego; de ese ego que es producido por nuestra mente. Silencio es ausencia del parloteo mental.

P-¿Cómo se puede saber cuando un silencio es real y cuando es falso?

R-Ten en cuenta que un silencio falso siempre es forzado, se le consigue con el esfuerzo; no es espontáneo, no sucede por sí solo, sino que tú haces que pase.

Por ejemplo: Estás sentado en silencio y sin embargo hay mucha agitación interna. Tratas de reprimirla para mantener el silencio. Eso es un silencio forzado o falso. Por eso no fuerces a lo interno a estar en silencio, solamente trata de provocar más y más posibilidades a tu alrededor para que pueda florecer el silencio interno. La meditación no te lleva al silencio; solamente genera la situación en la que el silencio sucede.

¿Y sabes lo qué ocurre cuando esto sucede? Pues que la risa viene a tu vida. No como una risa social, fingida, cosmética. Será la risa de una verdadera celebración vital a todo tu alrededor. Te llenas tanto que empiezas a desbordarte de vida por todos lados. Sencillamente desembocas en celebración, en alegría y en contentamiento interno. Muestras una profunda gratitud hacia todo, solamente por tener la oportunidad de ser, de poder meditar, de poder estar en silencio, de poderte reír. Comienzas a experimentar la dicha.

Esta es toda la esencia de lo que te quería transmitir. Ya conoces y has empleado las herramientas para liberarte del poder de la mente. A partir de ahora solo tú puedes utilizar esas llaves para tu liberación.

P-Sí, estoy consciente de ello y te lo agradezco. Si hay algo que aprendí en todo este tiempo en que hemos estado charlando sobre meditación oriental es que la responsabilidad por mi felicidad es solo mía. Y eso es lo que pretendo hacer a partir de ahora. Tú me has despertado esa sed de vida que tenía dormida, de la cual no era consciente. ¡Gracias!

R-Antes de finalizar quería hacerte algunas acotaciones finales que creo te serán necesarias recordar una y otra vez.

1-La mente es uno de los mecanismos más hermosos. La ciencia todavía no es capaz de inventar nada paralelo, la mente todavía sigue siendo la obra maestra -tan complicada, tan tremendamente poderosa, con tantas potencialidades…Por lo tanto solo nos queda observarla y disfrutarla.

No la mires como a una enemiga porque entonces la estarías mirando con prejuicios, la estarías enjuiciando y así no la puedes observar realmente. Siempre que mires a alguien como a un enemigo nunca lo podrás mirar con profundidad, nunca lo mirarás, sino que lo evitarás.

Observar la mente quiere decir mirarla con profundo amor, con profundo respeto, con reverencia…-¡Es un regalo que has recibido! No hay nada de malo en la mente como tal, no hay nada de malo en el pensar como tal; es un proceso hermoso, como lo son otros tantos procesos. Es como dice Osho: “Las nubes flotando en el cielo son hermosas -¿Porqué no los pensamientos flotando en el cielo interno? Las flores brotando en los árboles son hermosas -¿Porqué no los pensamientos floreciendo en el interior de su ser? El río corriendo hacia el océano es hermoso -¿Porque no ese flujo de pensamientos que corren por alguna parte a un destino desconocido? ¿No es bello?”

Por lo tanto no seas un luchador contra la mente, se un amante. Observa los sutiles matices de la mente, las vueltas repentinas, los bellos giros, los saltos repentinos, los juegos que va haciendo, los sueños que va tejiendo -la imaginación, la memoria, las mil y una proyecciones que genera… ¡Observa! Quédate a un costado, distante, no te involucres, y de a poco, vas a empezar a sentir…el silencio.

2-A medida que vas profundizando en la práctica de la meditación se va profundizando la observación, se hace más profunda la conciencia; empiezan a aparecer brechas, intervalos…Se fue un pensamiento y el otro todavía no llega; hay una brecha.
En estas brechas, vas a tener por primera vez destellos del silencio, lo vas a poder saborear. En la cultura oriental lo llaman el sabor del Zen, del Tao, o del Yoga.

En esos pequeños intervalos, de repente, el cielo está despejado y brilla el sol, de pronto el mundo se llena de misterio porque cayeron todas las barreras, ya no está la pantalla en tus ojos, ahora puedes ver con claridad, ver en forma penetrante. Toda la existencia se vuelve transparente.

Al principio, estos van a ser solamente raros momentos, pocos y distanciados; pero igualmente van a darte vislumbres de lo que es la verdadera meditación. Pequeños pozos de silencio van a venir y van a desaparecer, pero ahora puedes experimentar que vas por buen camino.

3-Puedes utilizar estas herramientas de la meditación oriental para resolver los problemas del estrés y de la ansiedad, para relajar al cuerpo, para aceptar o curar determinadas enfermedades. De hecho, la mayoría de nuestro mundo occidental la está utilizando con esos fines. Pero la meditación en su esencia no tiene esos objetivos.

Los verdaderos objetivos de la meditación es disciplinar la mente, desterrar al ego y acabar con el sufrimiento humano trascendiendo a la herramienta que lo provoca: la mente. Es un viaje a la dimensión transpersonal para lograr la unión con la existencia y por primera vez, sentir en toda su plenitud a la vida.

Y debes saber que cuando llegues a esa dimensión (que muchos le llaman “espiritual”), ya no querrás regresar. Ya no hay regreso del viaje pues te das cuenta que te estabas perdiendo el acceso a la dicha y a la plenitud eternas. En esta empresa solo sacas el boleto de ida.

Quisiera poner punto final a estas charlas que hemos compartido juntos con un cuento. Este cuento refleja muy bien los objetivos de las mismas.

Cuando el Maestro se hizo viejo y enfermó, los discípulos no dejaban de suplicarle que no muriera.

Y el Maestro les dijo: “Si yo no me voy, ¿cómo podréis llegar a ver?”

¿Y qué es lo que no vemos mientras tú estás con nosotros?”-preguntaron ellos.

Pero el Maestro no dijo una palabra.

Cuando se acercaba el momento de su muerte, los discípulos le preguntaron: “¿qué es lo que vamos a ver cuando tú te hayas ido?”

Y el Maestro con una pícara mirada en sus ojos respondió: “Todo lo que he hecho ha sido sentarme a la orilla del río y daros agua. Cuando yo me haya ido confío en que sepáis ver el río”.

Con estas charlas mi intención ha sido precisamente el darte agua a la orilla del gran río de la meditación. Espero con todo mi ser que sí de verdad estás interesado en disciplinar ese maravilloso regalo que es la mente sepas ver el río. Sepas buscar más en el infinito mundo de la meditación y sepas, por ti solo, seguir saciando la SED DE VIDA que todos tenemos.

Por haberme escuchado: MUCHAS GRACIAS.

Y como siempre te deseo con todo mi corazón de que la pases bien y que la paz sea contigo.

1 comentario:

  1. Hola, me encanta el blog, leo atentamente cada post publicado, me gustaría que pusieses audios de meditación oriental en el blog, a través de youtube o no se...., es lo único que hecho en falta. Muchas gracias.

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